LA GRATITUD NO MATA, SEÑOR GOBERNADOR

08.02.2019 09:20

Por Josue Castro_ Sociólogo y escritor.

Cáceres Llica atrapado entre la deslealtad y la incapacidad de gestión

Casi sin advertirlo ha pasado más de un mes desde que asumiera los destinos de Arequipa el nuevo gobernador, Arq. Elmer Cáceres Llica, quien hasta el momento no presenta ningún hecho relevante, salvo su juramentación al cargo en la Plaza de Armas que fue innecesario, fastuoso y pagano. Es frustrante aceptarlo, pero estamos frente a una gestión improvisada y con serios cuestionamientos a su personal de confianza en las jefaturas, siendo muchos de ellos viejos funcionarios recurrentes en la corrupta gestión pública arequipeña, por lo que, sin necesidad de ser megapolitólogos, resulta fácil pronosticar que este periodo gubernamental será siniestro para Arequipa, y de seguro con un alto costo en el desarrollo regional.

Ante este escenario, decidimos visitar las instalaciones del Gobierno Regional de Arequipa, los días 09 y 10 de enero, con la sana intención de ser testigos cómo el nuevo gobernador y su cúpula asumían el control de la administración del GRA. Debo decir que nuestra incursión fue especialmente fructífera y nos permitió recoger elementos suficientes para hacernos una idea general de lo que será esta Gestión Regional 2019-2022, la cual, sinceramente, no pinta nada bien.

Esa mañana del 09 de enero acudí temprano al GRA. Observé que además del personal habitual, había un gentío con todos los síntomas de estar desorientados, desconcertados, pero al mismo con mucha expectativa: eran las personas que habían colaborado en la campaña electoral de Cáceres Llica y que ahora abrigaban la esperanza de trabajar en el GRA. Hombres y mujeres en su mayoría jóvenes que buscaban sutilmente a algún miembro de la cúpula de la “C”, para entrevistarse. Nadie los atendía. Los minutos pasaban inclementes y ellos se exasperaban al no poder contactar a los escurridizos miembros de dicha cúpula.

A golpe de las diez de la mañana apareció el gobernador en persona, informal y grotesco como siempre, e ingreso raudamente al edificio de la Gerencia Regional para reunirse con su cúpula. Tras aproximadamente una hora, salió con extrema hipocresía, extendiendo la mano a diestra y siniestra, esquivando la mirada, como intuyendo que aquellas personas eran los que lo había apoyado en su campaña, a los que ahora no quería reconocer. De pronto un rumor empezó a extenderse por toda la explanada del GRA hasta convertirse en verdad: “los que están repartiendo los cargos y puestos laborales eran el propio Cáceres Llica, su mujer, Brem Benavides (el jefe de campaña),  y un tal Hugo Mendoza, sindicado como invasor de terrenos en el cono norte”. A partir de entonces toda la atención del gentío desempleado se concentró en estos personajes, y para muchos encontrárselos frente a frente era una fortuna.  

 Pero no sólo ellos sufrían el trauma de la incertidumbre, la cúpula más cercana a Cáceres Llica también padecía la angustia de no saber nada sobre las resoluciones que los acreditaban en las jefaturas. Pendientes de sus móviles aguardaban la llamada de confirmación, y cuando esta ocurría, ingresaban raudos al recinto, pero cuando salían ya no eran los mismos. Ahora miraban a los demás por sobre el hombro y caminaban mismos pavos reales, como si hubieran sido investidos de majestad. Pero el cambio no sólo había ocurrido en ellos, los humanos comunes también los veían diferentes. Y así, con ese fenómeno inexplicable terminó aquel día. Parte de la cúpula se fue satisfecha por la enhorabuena, pero la gente humilde que colaboró con la campaña del llamado “cóndor andino” se fue a casa con un sabor amargo en la boca, el sabor de la decepción.

El día siguiente fue poco diferente al día anterior: Ingreso masivo de personas ajenas al GRA, personas que buscaban entrevistarse con algún miembro de la cúpula, e igual que antes nadie se dignaba en atenderlos. Pero no faltó quien se aprovechara de la situación. Como a eso de las diez de la mañana, me acerqué a uno de los grupos que habían colaborado con Cáceres Llica, y quedé horrorizado cuando me enteré del asunto que discutían. Uno de ellos, el ingeniero de apellido Calla, comentaba que en el pabellón de la Gerencia Regional un adiposo personaje estaba pidiendo dinero a cambio de recepcionar los currículos vitae. El sujeto de nombre Rony, se presentó como dueño de la institución ESTEMIN, empresa dedicada a la capacitación en el rubro minero. Desde luego que este hecho protervo indignó a los presentes, terminando de decepcionarlos por completo.

Con la llegada de la tarde, las esperadas resoluciones se emitían y la cúpula de Cáceres Llica ya se frotaba las manos sólo de imaginar lo que les esperaba. Pero hubo alguien que llevó al extremó su soberbia. Es el caso del Ing. Edwin Yucra, parte de la cúpula, el mismo que cuando algunos de los que habían colaborado en la campaña se le acercaron para saludarlo, se marchó súbitamente sin mediar palabra dejándolos con la mano extendida. Este gesto grotesco expuso la pobreza personal y profesional de este sujeto, que además de descortés pecó de ridículo. Sí, esta es la miseria que rodea al gobernador, porque hay que decirlo claro: Llica no tiene asesores; él tiene chupamedias.

Y así llegó la tarde. Una vez más la gente que colaboró con Cáceres Llica, fuera de la cúpula, se fue a casa con las manos vacías. Pensando tal vez que su apoyo en las redes sociales, en las calles, como personeros, en la transferencia, etc., había sido en vano. No habían recibido ni una sola palabra de agradecimiento. Y fue cuando muchos descubrieron que habían sido burlados, utilizados y estafados. Mirando aquella situación me pregunté: si Cáceres Llica no ha cumplido su palabra con la gente que lo apoyó, ¿podrá cumplir con el pueblo?